De visita en casa de uno de
mis primos adolescentes, me intrigaba el hecho de verlo
tan compenetrado con el ordenador. Más cerca de la
pantalla observaba algo curioso, buscaba en Google,
Altavista y otros motores de busqueda páginas para
suscribirse a boletines de los más diversos y de los más
variados temas.
Me sorprendió su afán de
información e indagando más pude darme cuenta como su búsqueda
se centraba en una forma de vengarse del SPAM enviado a su
casilla de correo. “Ojo por ojo, diente por diente”, la Ley del
Talion aplicada en el Siglo XXI. En otras palabras, si él
recibió correo masivo no solicitado de la empresa iba a hacerle
probar de su propia medicina, haciéndole recibir las más
variadas ofertas sin siquiera haberlo pedido suscribiéndola a
cuanto boletín encontrase. Método curioso, si los hay.
Anécdota aparte, solamente ilustro
hasta qué punto puede llegar el usuario para demostrar su enojo.
De hecho, nada de lo creado sirve aun para dar una respuesta
clara a la problemática del SPAM. Ni leyes, ni programas, por lo
menos con una efectividad del 100%. ¿Habrá acaso algún el
negocio oculto detrás del SPAM? Es lo único que se me ocurre
pensar.
La informática, la ciencia exacta
donde todo es medible, donde cada movimiento es monitoreado al
mínimo detalle y a cada segundo, es notorio como no puede ser
capaz de superar este problema. Por lo que yo veo, no debería
ser tanto el problema con tantos números de código e
identificación en los ordenadores de todo el mundo, ni que decir
de la identificación que hacen los proveedores de acceso a
Internet de cada usuario.
En las empresas, el problema no
podría complicarse más, pues cada e-mail reporta un coste
económico del tiempo de una persona encargada de procesarlo. En
algunas es sorprendente como llegan hasta tres veces mas
mensajes publicitarios comparándolo con el correo normal. Me
preguntan: ¿Como solucionamos el problema? Mi Respuesta empieza
esbozando una simple y bastante comprensiva sonrisa.
La verdad, el problema tiene varios
orígenes, desde el envío masivo de chistes, cadenas y archivos
realizado por los empleados todos los días, pasando por la
publicación de los datos en Internet o cualquier medio publico
de acceso irrestricto, hasta llegar a la participación de la
empresa en bases de datos informatizadas de una variada gama de
organizaciones con dudoso grado de seguridad en la protección de
esa información.
¿Y la Solución?, en algunos casos
se soluciona simplemente cambiando el e-mail de acceso de la
empresa, además de algunas precauciones adicionales basadas en
los items descritos en el párrafo anterior. En otros simplemente
hay que resignarse a utilizar programas anti-spam, filtros o
cualquier medio útil para al menos limitar, imposible decir
“reducir totalmente”, los mensajes de SPAM recibidos. El costo
de cambiar de dirección en estos casos puede llevar a pérdidas
comerciales no justificables.
El parámetro para decidir entre una
y otra solución está en el grado de difusión efectuado por la
empresa de su dirección de correo electrónico, así como los
contactos nuevos obtenidos por este medio cada mes. Su correcto
análisis resulta valioso para optar por una u otra alternativa
de solución. De todos modos, seamos sinceros, siempre
recibiremos algún que otro correo no deseado. La naturaleza
humana hace de la maquina algo imperfecto, por ello tampoco
podemos enojarnos con los informáticos.
Todos tenemos alguna
responsabilidad en este viejo problema, el cual lamentablemente,
no tiene nuevas soluciones, salvo las ya descritas o las más
creativas, como la de mi pariente sanguíneo quien después de
pasar varias horas en el ordenador dijera al fin: “Vamos a ver
si le queda espacio en su casilla de correo para recibir pedidos“–
expresando satisfacción en su rostro por haber hecho justicia
por mano propia. Una batalla ganada, en una guerra... por ahora
eterna.
Hasta el próximo articulo.